Ilusión

  • Papá, ¿puedo pedirte un favor?.
  • ¡Claro!, dime – Mis ojos sonríen.
  • ¿Puedes pedirle una cosa por mí a Dios?.

Mi niña, eres un encanto. ¿Dios?. No creo ni dejo de creer en él, pero desde luego hace tiempo que siento inútil pedirle nada. No veo la mano de Dios en el mundo por mucho que algunos la busquen y la señalen. En cualquier caso, si existe, no creo que me mire con muy buenos ojos.

  • ¿Qué quieres pedirle? – Mis ojos mezclan curiosidad y un poquito de tristeza.
  • Quiero pedirle que esta noche vengan las hadas a cuidarme.

Bueno, al menos no es algo con lo que pueda decepcionarse. Al menos un día más seguirá viviendo en un mundo feliz, con un Dios que la cuida, y donde aun existen las hadas.

  • ¿Porqué no se lo pides tú misma?. Seguro que a ti te hará más caso. – Mis ojos vuelven a sonreír, aunque siento que por dentro no son del todo sinceros.
  • Es que solo tengo 4. –Dice levantando sus dedos-. Y todavía no he aprendido a pedirle bien las cosas.

Si tu supieras, cariño, que no se me ocurre ningún rezo mejor que el que tú estás haciendo ahora mismo. Me gustaría creer que puede cumplirse cualquier cosa igual que tú lo haces, y solo de pensarlo me lleno de tristeza y veo la cantidad de marcas que llevo dentro y que solo son las cicatrices del dolor que me han dejado los años.

  • Es mejor que lo hagas tú. Cierra los ojos y lo dices muy bajito. – En mis ojos siento ya el peso de mis pensamientos, y aunque deprimidos, intentan mantener una mirada de cariño.
  • Jooo!!!, eso es que no quieres hacerme el favor – Tuerce el gesto, mira enfadada y mueve los labios a propósito para hacer pucheros-. Yo no sé hacerlo.

No cariño, pero siento que te estoy mintiendo porque pones tus esperanzas en mí, y yo tengo la intensa sensación de que al hacerlo te defraudaré. Presiento que, si existiera alguna posibilidad de que Dios oyera tu rezo, será de tus labios, y nunca de los míos.

  • No te enfades, que no es eso. A ver. ¿Porque quieres que vengan las hadas? – Veo que se ha dado cuenta de la mentira en mis ojos, pero mantengo la mirada lo más limpia que soy capaz, aunque duela un poco.
  • Porque si no, sueño con cosas malas y me asustan por la noche. – Yo también tengo miedo a que te pase cualquier cosa. No soy siquiera capaz de mantenerme sereno cuando algún pensamiento en el que te pasa algo malo se cruza por mi mente. Siento pavor, y me fuerzo a pensar en otra cosa porque el mundo hace daño, y no siempre lo reparte de forma justa, sino a menudo, pareciera más bien que lo hace al contrario. Nunca encontrarás las hadas que te protejan del mundo y de sus males. Nunca encontrarás el Dios que te mantenga apartado de eso. ¿Por qué tuve que crecer? ¿Por qué tuve que aprender todas estas cosas? ¿Por qué no conseguí mantenerme ignorante?. Intentaré hacerlo contigo todo el tiempo que pueda. Intentaré evitar que tú aprendas del mundo con dolor, aunque al mismo tiempo sepa que mi intento solo retrasará algo que es inevitable.
  • Cariño, nada malo te puede pasar. – Y mis ojos me traicionan ya porque noto que se humedecen porque no pueden mantenerse al margen de mis pensamientos.
  • ¿Quieres pedírselo a Dios o no?- Insiste con impaciencia.

Claro que lo haré. Haría cualquier cosa que me pidieras aunque aun no lo sepas.

  • Claro. Espera… ¡Ya!. Ya se lo he pedido.
  • Te quiero Papa – Y sonríe, al tiempo que me abraza.

Siento que el mundo vuelve a sonreír. Siento que las heridas nunca son tan profundas como para que no puedan sanar completamente y que aun existe esperanza para ser completamente feliz. Siento que nada es tan importante como querer de verdad. Sentir de verdad. Vuelvo a ser optimista e incluso tengo la sensación de creer de nuevo en Dios. No existen “los malos” y la gente solo necesita tiempo para poder sacar lo mejor de cada uno.

  • Gracias cariño – Y mis ojos expresan mucha más gratitud de la que creo que ella podría entender, ¿o quizás sí lo hace?.
  • Yo también te quiero. –Y también mis ojos le dicen que la quiero.

Ser de cuna

Por fin he acabado la cuna.

Casi ni recuerdo cuando empecé a construirla, pero sí tengo muy presente aun lo que me movió a hacerlo. Busqué y busqué por las tiendas todos los modelos que encontré, pero a unas les faltaba algo, de otras no me gustaba la forma, o el color, o simplemente el ruido que hacían al mecerse.

Después comencé a recorrer carpinterías y fábricas, busqué diseños y antigüedades, pero ninguna me servía. Incluso cuando intentaba explicarlo al ebanista, o empezaba a dibujarla en un papel, ni palabras ni dibujos lograban describir lo que quería, pero sí mantuve la intuición de saber que llevaba dentro el modelo que buscaba.

Cuando por fin comencé a construirla por mí mismo también supe que nunca la hubiera encontrado, pues parte de lo que esperaba hallar era precisamente aquello que transmite el artesano al objeto. Ese enlace y cualidad invisibles que les une, a uno por la dedicación y cariño que pone en el empeño, y al otro porque forma parte de su propio nacimiento y construcción.

No ha sido fácil tampoco, pues nunca me enseñaron como hacer una. Por muy sorprendente que pueda parecer ya que resulta increíble la cantidad de cosas que me enseñaron mucho más inútiles. ¿Qué es más importante que aprender a construir una cuna?.

Tampoco fue fácil buscar los materiales, porque no todas las maderas o tornillos sirven para construirla. A unas les falta peso, y otras son muy rígidas, algunas eran frágiles, y otras se estropeaban con la humedad o el calor. Ciertos tornillos sobresalían, y otros se hundían en la madera.

Al final seleccioné los componentes perfectos. Los listones eran duros pero al mismo tiempo flexibles y con un tacto muy suave. Me encantaba acariciarlos mientras imaginaba su futuro. Los tornillos soldaban perfectamente las piezas, sin dañarlas, y no torcían su rumbo cuando encontraban dificultades y nudos en su camino. Sus cabezas, redondeadas, parecían extensiones de la pieza que atravesaban, y no solo evitaban arañazos y roces, sino que pasaban a aportarle un estilo propio a las uniones y al conjunto.

No fue hasta que empecé a darle forma a cada pieza cuando todo empezó a tomar sentido. Esa vocecilla en mi interior que dudaba de mi obsesión fue acallándose porque cada movimiento de mis manos, del cepillo, de la sierra o del berbiquí estaba firmemente dirigida por aquella intuición que hizo que todo el proceso comenzara.Hoy ya puedo mirarla y saber que esto era lo que quería desde el principio. Frustraciones, rechazos, impotencia y dudas han quedado en el pasado, y por suerte ni siquiera han llegado a tocar la cuna aunque en muchos momentos amenazaran con destruirla. Esa ilusión la ha protegido mágicamente de cualquier mancha, y desde cualquier ángulo que la mire, puedo ver el brillo del cariño y amor con que está barnizada y protegida del paso del tiempo.

Mi alma se ha hecho cuna, y solo espera recibirte y protegerte de cualquier mal, acunarte para darte la tranquilidad que evoca esa inocente sonrisa en tus labios y acompañarte dulcemente en tus primeros sueños.

Convertirse en la fuerza que acompañará tus pasos una vez que ya no me necesites…